miércoles, 24 de febrero de 2010

Terrenos reclamados por el rio


Durante estos dos últimos meses hemos experimentado uno de los típicos ciclos húmedos propios del clima mediterráneo en el que vivimos, que van separados por otros ciclos, más prolongados, de sequía. Aunque haga tiempo que no recordamos un invierno como éste, lo que pasa no es nada más que lo normal para nuestro clima. Ahí está el recuerdo de las muchas inundaciones, hasta los años 60, que ha producido el Guadalquivir en Córdoba. ¿Cual es el problema? Que hemos olvidado de que esto es así (no los científicos, que han seguido alertando de los riesgos de construir sin ton ni son, ni los instrumentos de planeamiento urbano, que impiden construir en zonas inundables), porque al ciudadano medio, y a su representante político, lo que pasara hace más de diez años se le olvida. De esta forma, a la ilegalidad de las parcelaciones que crecen como champiñones en la vega se añade la imprudencia, que hoy pagamos cara, de construir donde no es seguro hacerlo. Antes o después, el río reclamara lo que es suyo. Evidentemente, podríamos convertir al Guadalquivir en un canal de hormigón, domesticarlo hasta hacerlo manso en cualquier circunstancia, hasta las más agresivas. Esta opción sólo presenta dos problemas: El primero es que eso exigiría hacer lo mismo con sus afluentes como el Genil o todos los arroyos que a él vierten. El segundo, que es colofón, del primero, es que eso equivale a matar a todos esos ecosistemas, sustituir un paisaje vivo por un sistema de "alcantarillas" y acequias. Vamos, que no parece muy seguro ni provechoso.... Los ríos alemanes en gran medida son así, canalizados para poder ser navegables, no albergan vida ni tienen ningún papel ecológico reseñable.
Luego está la otra opción, la que parece más "ilógica" a ojos del homo modernus, aquél que sólo llama progreso a la destrucción y supresión de lo natural, que es aprender o reaprender a convivir con la naturaleza, respetándola y teniéndole el respeto necesario (no es lo mismo), de forma que se asuma que de vez en cuando, el río reclamara su vega, que construir hasta la orilla es la receta del desastre y que el orgullo humano, su ceguera, únicamente conduce a imágenes como esta.
La responsabilidad se reparte entre políticos locales de cortas miras (hoy escuché al Sr. Nieto diciendo en la radio que lo que debíamos haber hecho era limpiar los arroyos, olvidando que las casas se hubieran inundado igual, aunque ciertamente debemos mantener en buen estado arroyos, montes y demás elementos naturales) y ciudadanos ignorantes y egoístas, que anteponen su interés al bien común representado por el PGOU y que en esta ocasión han pagado muy cara su osadía de que querer tener una casa de lujo por un precio de saldo. Como ciudadano que paga impuestos sólo querría dos cosas, que se aprenda de este húmedo invierno, y que no me cueste dinero que otros construyan donde nunca debieron y se les permitió con la pasividad de mis/sus/nuestros representantes.